CUSCO: EL SEÑOR DE LOS
TEMBLORES
La Capital Arqueológica de América
y antigua cabeza principal del otrora poderoso Imperio del Tahuantinsuyo
celebra la Semana Santa rindiendo culto a la imagen del Señor de
los Temblores o Taitacha Temblores, en quechua.
Según algunas fuentes, la historia
de este Cristo de rasgos descarnados y de sobrecogedora apariencia se remonta
a cuando el emperador Carlos V envió la efigie a Cusco, hecha especialmente
para los indios, copiando las bruscas facciones de éstos. Los españoles
buscaban consolidar así la Conquista hecha por la espada e imponer
su adoración.
Pero fue el 31 de mayo de 1650 cuando
se encendió aún más la llamarada de fe del pueblo cusqueño
por el Señor de los Temblores. Esa tarde, un terremoto azotó
la ciudad echando abajo muchas casas y templos. Fue entonces en que ocurrió
un milagro para muchos: indios, señores, esclavos y mestizos se mezclaron
todos para adorar y pedir amparo al Cristo de los Temblores.
Su rostro labrado -cual fina roca oscura-
muestra un gesto grave y triste, recogiendo en cada paso el clamor de los
fieles hacia su "General de la Esperanza". Se cree que su cuerpo
adquirió ese tono ennegrecido cuando salió por primera vez
a las calles, al contacto del humo que se expandía de los cirios
y velas de la gente.
Desde esa época, las andas de
este Cristo mestizo salen en procesión cada Lunes Santo, seguidas
por una multitud de feligreses que lo acompañan con humilde fervor.
En las ventanas de las casas, por donde pasa la efigie, se colocan refinadas
piezas de tapicerías aterciopeladas con franjas de oro, telas y alfombras
brillantes, que las familias reservan especialmente para esta ocasión.
Mientras tanto, los Camaretos o pequeños morteros, petardos y cohetes
agitan el ambiente con su estruendo hacen casi inaudibles los cánticos
y oraciones de la multitud.
En el Viernes Santo, al igual que en
Ayacucho, acontece el encuentro de las andas del Cristo en el Santo Sepulcro
y de la Virgen Dolorosa.
Ese día, a diferencia a lo que
sucede en otros lugares, no es de abstinencia en el Cusco. La costumbre
es degustar doce platos típicos distintos que incluyen desde variadas
sopas y potajes ya sea a base de pescado seco, trigo y olluco, hasta los
deliciosos postres como los dulces de manzana, maíz o choclo.
La Semana Santa llega a su fin el Domingo
de Resurrección. Luego de la procesión y de la celebración
de la misa, por las principales calles se percibe el aroma exquisito de
los manjares que deleitan propios y extraños, como el sabroso caldo
de gallina, las empanadas, el dulce de maíz blanco, los tamales y
las tortas. Así, en forma pagana, se cierra en la milenaria ciudad
imperial del Cusco la Semana Santa andina. |