SACRIFICADAS PENITENCIAS
Recién tomado los hábitos, ciño su cintura con dos cadenas de hierro, según ella por que así se usaba en la orden de Santo Domingo. Con ella se azotaba todas las noches y si se ofrecía alguna necesidad particular que le era forzoso golpearse por el bien de algún alma, pedía licencia para hacerlo, y si estaba enferma contaba los días y después ajustaba cuentas, señalan sus biógrafos. Alguna vez se dio tal castigo con la cadena que los de su casa creyeron que se hacía pedazos, por que los golpes eran tales y tan terribles que bien se podía imaginar la magnitud del daño que le ocasionaba. Otra de las disciplinas impuestas por la propia Rosa daba cuenta de la imposición de una corona de espinas en su cabeza para poder imitar a Cristo. La primera que llevó fue de hojas de lata torcida a manera de soga, con unas puntillas muy agudas de la misma hoja. Después hizo una de plata del ancho de un dedo que tenía noventa puntillas muy filudas a manera de tachuelas, clavadas por la parte de afuera y las puntas para adentro, en los extremos traía unas cintas con las que apretaba o aflojaba la corona y en la parte donde la ponía ordinariamente estaba libre de cabellos para que no impidiesen el dolor, refieren sus fieles. |
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